Boleros de ultramar

Escrito por: Liannys Lisset Peña (curadora, crítico de arte, ensayista)

Alexis Pantoja es sin lugar a dudas un pintor de mitos. Estos han sido el mejor vínculo con lo real que ha establecido en sus imágenes.

En «Boleros de Ultramar» se adentra en lo erótico como mito y extensión de una voluntad de poder.

Un erotismo que se sugiere como ese vínculo con la poesía que oculta más que devela, como esos paisajes ambiguos a los que nos acostumbra el maestro.

Ilustrar, decorar, indicar es la función de las imágenes que nos rodean actualmente. Ante este despliegue narcisista de «lo mostrable» este artista nos insiste en la sugerencia como mecanismo intelectual, que encuentra el goce en no dejar espacio a la evidencia explícita.

Lirismo, misterio, la poesía como límite entre lo erótico y sexual, ese que incita mediante la excitación de los sentidos. Imágenes sensuales que coquetean con la mirada. Y hacen del espectador un voyeur que trata de develar lo que hay más allá, en un reflejo, un susurro, una sombra o sonrisa. Hay una relación en la epidermis, las pieles, los cuerpos que no se ven, se intuyen, se rozan, tantean.

Lo erótico se sugiere, sugestiona, precisa de la omnipresencia, no necesita estar siempre visible. Lo erótico se devela en las elipsis; pues hay veces que la presencia de lo obvio solo pone a la vista el espectáculo y con ello también lo desvanece.

Roland Barthes decía que el erotismo ofrece a la percepción una suerte de «indicio» que hay que completar; arrastra al espectador fuera de su marco para elaborar sus propias imágenes.

La plasticidad de las escenas le confiere una sensualidad añadida, la mirada desnuda está animada por la ausencia.

Lo simbólico es el punctum ese que decía Barthes acelera en la escena los significados. Acompañan a los cuerpos la humedad de las aguas, los reflejos de lo profundo, las flores, tulipanes abiertos, la bruma como representación afrodisíaca, los pétalos expuestos devuelven una sugerencia a lo lascivo.

Pantoja continúa insistiendo en la pintura, su poder, su plenitud e infinitud

Pero más que eso insiste en la pintura como la manera de «hacer ver» en tiempos donde todo está expuesto, evidente o fotografiable, donde todo esta explícito y necesitamos ser mirados todo el tiempo; y precisamos esa visión de segunda mano; como sostiene Martín Prada.

Alexis Pantoja insiste en la pintura para plasmar esos boleros de ultramar , revivir a paso lento, en la mirada lo sentimental, ese amar pausado pero de emociones culturalizadas. Estos son cantos pictóricos a ultramar; que precisan a la mirada ese enterver, mirar con cuidado, en busca de la conjetura, la perpetua sospecha que siempre sobrevive en los cuadros de Alexis Pantoja.

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