Escrito por: Rosell Alfaro Martínez
Escena, títeres, escenografía, todos los elementos unidos conformaron el hermoso espectáculo musical, con narrador y teatro de títeres, surgidos de la ingeniosa imaginación del célebre músico ruso Serguéi Prokofiev, op. 67.
El Teatro Callejero Andante, con su Director Juan González Fiffe, han bebido de esa fuente majestuosa que es Serguei Prokofiev, presentando en el colosal Teatro Bayamo el estreno de la obra Pedro y el lobo, célebre cuento musical en una versión que a lo largo de los años se ha convertido en un clásico de las producciones educativas para niños: Narración, música, plástica y dramaturgia unidas en un espectáculo ejemplar, sencillo y completo.
Con un ficha artística muy rica, director musical, titiriteros, profesionalidad de los actores, toda la producción y una Orquesta sinfónica que, con violín, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, clarinete, oboe, fagot, trompa y percusión se ha puesto en escena la noche del sábado en este homenaje por la Jornada Villanueva del teatro cubano.
Serguei Prokófiev, una de las primeras obras que compuso nada más llegar a su tierra, Rusia, (1935), fue este famoso cuento sinfónico Pedro y el Lobo, aunque compuso para los niños anteriormente otras piezas.
Después de Pedro y el lobo compuso un ballet escogiendo como tema el más famoso cuento de hadas, La Cenicienta, y una obra para coro de niños con orquesta llamada Hoguera de invierno.
Prokófiev acudía a menudo con sus hijos a ver las representaciones del teatro para niños. Así que, un día, Natalia Satz, directora del Teatro Infantil Central de Moscú le propuso al gran compositor que se animara a hacer un cuento con orquesta. “¿Qué tal si una flauta fuera un pájaro?”” A Prokófiev, le pareció estupendo. ¿Y si hubiera varios animales, pájaros y una persona?…” Después de darle varias vueltas a la cabeza, ambos llegaron a la conclusión de que lo mejor sería empezar a escribir un cuento donde cada uno de los personajes estuviera representado por un instrumento de la orquesta y un tema musical, de tal manera que, cada vez que saliera una melodía o un instrumento se identificara con su personaje correspondiente.
La música tendría que actuar como si pintara a los personajes por medio de los instrumentos, eligiendo los más apropiados para cada caso. Por ejemplo: es más fácil imaginar para el canto de un pato el sonido de un oboe que el de unos timbales, más indicados para describir los disparos de los cazadores. Además, la música ilustraría lo que el narrador fuera contando a través de colores y contornos bien reconocibles: a veces con melodías y ritmos sugerentes, otras con armonías más o menos siniestras, sin olvidar algunas onomatopeyas en momentos precisos.
Con respecto a los protagonistas, se fue tejiendo una trama de fina ironía; bajo la máscara de cada uno de ellos se escondería astutamente un símbolo de la sociedad: el abuelo sería la autoridad; el niño, el arrojo y la irreflexión frente al peligro; el pájaro, héroe; el pato, el burgués cobarde; el lobo, el perverso y maligno enemigo; los cazadores representarían la fuerza del mundo adulto, que, aunque bien armado, es bastante incapaz.
Con Pedro y el lobo, sus melodías, su ingenio y su inocencia la han convertido en un auténtico «clásico», obra de referencia a la que han sucedido otras muchas de autores diferentes, basadas en la misma estructura cuento – música.
En Pedro y el lobo se suceden diferentes momentos dramáticos, que van desde el suspense al humor. La sencillez del cuento, los marcados momentos dramáticos y los colores muy definidos son el punto de partida para crear una puesta en escena de la máxima ingenuidad, que subraya con eficacia y nitidez lo que el texto y la música nos cuentan.
Tras la orquesta, que ocupa el primer plano, y con un lenguaje visual claro y directo, se recreo un ambiente mágico que atrapa desde el principio al espectador, permitiéndole soñar e imaginar, sumergido en esa sustancia misteriosa compuesta de palabras, música y formas, en continuo movimiento.
Se mezclaron casi todas las artes (la música, la pintura, la arquitectura, la literatura, la escultura), para conseguir que el cuento parezca de verdad. Es un trabajo lleno de metáforas, sencillo en apariencia pero efectivo.
El espectáculo estuvo caracterizado por un esmerado cuidado de los elementos plásticos que componen la escena asociados con la obra musical y emblemática del repertorio clásico.
En cuanto a los efectos sonoros contamos con la música descriptiva, forma musical concebida con el objetivo de evocar en el oyente imágenes o descripciones referentes a acontecimientos, lugares, situaciones, personas o caracteres, en este caso, el ambiente delicadamente trabajado.
Aunque la nueva versión de la puesta en escena es fruto de la creación de Juan González Fiffe, director general del Grupo de Teatro Callejero Andante, esta no hubiese podido llevarse al escenario si no contase con la colaboración espontánea, total e incondicional del Consejo Provincial de las Artes Escenicas de Granma, siempre dispuesto a ofrecer todo el apoyo al arte escénico, además, con la imprescindible colaboración de la Orquesta de Cámara San Salvador de Bayamo, conducida por el joven Maestro Javier Millet Rodríguez, magistralmente deleitando al público con la ejecución de la composición del célebre Prokofiev, además del grupo de artistas de la Escuela Vocacional de Artes Manuel Muñoz Cedeño, la UNEAC, la AHS, la exquisitez de los responsables de confección del vestuario, y todos aquellos que espontáneamente colaboraron con el anfitrión de la noche, el Teatro Callejero Andante.
Ha sido desplegado todo un equipo de trabajo inmenso para hacer posible que esta noche fuera mágica.
!El éxito se ha logrado gracias a todos!