Escrito por: Roberto Mesa Matos
Estuvieron a punto de «procesarle» la baja técnica de la Academia de Artes Plásticas, de esta ciudad del Oriente de Cuba. Pero, «oré mucho a Dios y me transformó. Siempre se lo agradeceré a padres.»
Así habla Rubén Manuel Beltrán Guerra, «pintor empírico, amante de la arquitectura y Patrimonio Manzanillo«, que hoy en la tarde en la Galería de Arte Carlos Enríquez, inauguró la exposición » Desde mi ventana», que «no es la mía, puede ser las de cualquier hogar porque Manzanillo es una ciudad maravillosa que tenemos que cuidar y salvar.»
Beltrán Guerra gusta del cielo y las luces, «prefiero el día para trabajar. Es como la venta de mi alma. La muestra la integraban más piezas, pero al final dejamos 14 con las técnicas de óleo sobre lienzo, grafito…», dijo y en la apertura recibió el mejor premio: la presencia de la doña Caridad, a la que nunca, el hombre, le soltó de su diestra.
«No la esperaba porque estuvo indispuesta en estos días, pero mi madre es maravillosa. Me emocionó que estuviera compartiendo conmigo este instante de felicidad, junto a mis sobrinas y otros familiares y amigos», entre los que estuvo Manuel Olivera Álvarez, presidente de la UNEAC en Manzanillo.
Al ambiente de los amplios salones de la «Carlos Enríquez» lo «envolvió» los acordes de una guitarra y la voz de su joven ejecutante. Después brindaron con vino, una de las bebidas bíblicas.
Las miradas de Caridad y Rubén Manuel coinciden en un mismo punto y abrazan el recuerdo: por las «ventanas» del corazón del artista se «cuela» la presencia de Manuel, el padre – talismán del pintor que, todos los amaneceres, lo bendice desde el paraíso, a la diestra de Dios.