Escrito por: Idelmis Mari Aguilera
Bajo la influencia liberadora de la Ilustración, los finales del siglo XVIII cubano fueron años, no solo de transición centuriana, sino epocal. Ellos marcaron el término de un periodo en el cual las sucesivas medidas metropolitanas tendentes a la centralización administrativa y la monopolización comercial habían frenado el proceso diversificador productivo y fortalecido a la oligarquía habanera vinculada al comercio de exportación, en detrimento de los propietarios del resto de la isla.
En España reinaba Carlos III (1759-1788) en época de pleno desarrollo del Despotismo Ilustrado. Las transformaciones, impulsadas desde arriba, propiciaron una expansión económica acompañada de un proceso de ruptura del orden feudal en el campo, del gremial en las ciudades y el ascenso de la burguesía fundamentalmente en las zonas litorales (…)
En Cuba, los propietarios criollos interesados en la producción mercantil a gran escala del azúcar, captan la existencia en el gobierno real de una actitud favorable a sus aspiraciones; pero estimulados por una coyuntura internacional favorable, enarbolaron demandas que superaban el ámbito mercantil hispano, para promover la transformación de la economía insular a través de una efectiva inserción en el mercado mundial.
Los propietarios criollos interesados en la aplicación de reformas librecambistas obtendrían en la última década del siglo XVIII las medidas de mayor significación para la economía colonial del momento, bajo el reinado de Carlos IV. El 6 de febrero de 1789, Francisco de Arango y Parreño, Apoderado del Ayuntamiento de La Habana en Madrid, solicita la liberación del tráfico negrero que facilitara la obtención de fuerza de trabajo a bajo costo, y reclama para el puerto de La Habana el monopolio de su introducción.
El 28 de enero se declaraba la libertad de la trata de esclavos. La escazes de mano de obra disociada de medios de producción encontró solución en la mano de obra esclava, explotada por medios de coerción extra económica. La plantación azucarera emergía con la peculiaridad de producir para un mercado capitalista con fuerza de trabajo esclava. La clase de propietarios criollos que cuaja definitivamente será la burguesa por su mentalidad y aspiraciones, con la peculiaridad de explotar en lugar de obrero, esclavos, lo que en estos momentos le permitirá abaratar los costos y obtener altas ganancias. Francisco de Arango y Parreño será su principal ideólogo.
La labor de Arango en la década del 30 coincidió con el ascenso a la cúspide del panorama político y cultural de la isla de José Antonio Saco y López (7 de mayo de 1797- 26 de septiembre 1879(…).
En medio de un ambiente de opresión política desarrolló Saco su labor como representante de la oligarquía criolla; en las nuevas condiciones los cubanos necesitaban no solo libre desenvolvimiento económico, sino también libertades individuales y políticas; el alcance de las reformas demandadas por Saco llegará hasta ahí. Él encarnará lo más avanzado del pensamiento cubano de 1830 a 1860, pero su posición encontró fuerte rechazo entre la generalidad de los negreros del occidente de Cuba.
La comprensión del problema cubano parte tanto en Francisco de Arango y Parreño como en José Antonio Saco del conocimiento de la realidad caribeña, pues para ambos el Caribe, como sitio geográfico, histórico y económico donde convergen civilizaciones de raíz europea con una creciente presencia africana, constituye el medio de las relaciones de Cuba y América y el ámbito de existencia de la esclavitud y, por tal razón, constantemente buscan en él diferencias, similitudes, patrones de comparación(…)
Fue Arango impulsor de la fórmula de desarrollo azucarero basada en el incremento de la producción sobre la base de aumentar el número de ingenios, extender las tierras cultivables e incrementar proporcionalmente el número de esclavos (…). Fue partidario del blanqueamiento de la población a través del mestizaje, lo cual está relacionado con la subvaloración de la condición humana del negro. Las ideas sustentadas por José Antonio Saco respecto a las problemáticas de la esclavitud, la trata negrera y la inmigración blanca, son coherentes con las sostenidas por Arango y Parreño; pero en su caso, tienen una connotación no solo económica, sino social y, por lo tanto, una proyección diferente.
Saco reclamó la abolición del comercio de esclavos de forma inmediata y efectiva, enarbolando intereses materiales, morales y políticos, al sostener la idea de que la entrada masiva de africanos en condiciones de servidumbre se convertiría en un obstáculo para el desarrollo económico de la isla, y en factor que alteraría la composición étnica y social del pueblo cubano. Hay en este planteamiento, independientemente del carácter reduccionista que tiene respecto a los componentes étnicos y culturales, motivaciones socio-culturales vinculadas a su percepción del ser nacional (…)
Saco comprendió perfectamente que el trabajo asalariado y el colonato como vías para suplir el empleo de fuerza de trabajo esclava tendrían un efecto decisivo en la organización social (…). Aunque Arango comprendió el proceso de mestizaje poblacional que se estaba produciendo en la isla, consideraba que el desarrollo social debía propiciarse con la inmigración blanca, aunque no fuera española; partidario de nutrir el desarrollo nacional de elementos que se identificaran con la nación, no vio en la masa africana traída a Cuba la fuente de ese desarrollo (…)
Arango avizoró el peligro que representaban los Estados Unidos para América dado el crecimiento inusitado que venían alcanzando, y abogó por un crecimiento rápido del país, que permitiera hacerle frente en un futuro, peligro que creció en solo unas décadas con el desarrollo de la corriente anexionista a la que se enfrentó resueltamente Saco.
No será hasta Saco que encontremos un cuerpo de definiciones sobre el problema nacional y la nacionalidad (…); fue (…) un hombre convencido en lo más íntimo de su ser de la inevitabilidad de la independencia (…). En este sentido Arango, identificado con la política española con relación a la isla, ni siquiera se cuestionó la idea de la independencia (…); sus reformas no rebasaron el ámbito económico.
De manera general, hubo en el pensamiento de ambos continuidad y coherencia, aunque las condiciones en que se desenvolvieron hicieron que Saco abarcara de manera más integradora el ámbito económico, social y político.
Tomado de Memorias del Crisol IV. Colectivo de autores. Colección Crisol, Bayamo, 2004.