Escrito por: Surysbel Díaz Castillo
Un beso tímido y la primera confesión de amor marcan la vida de los seres humanos.
Incluso los protagonistas de heroicas hazañas, alguna vez sintieron estallar el corazón ante la presencia del ser amado. El romance de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, inició bajo la oposición férrea del padre de la joven, quien dudaba de si el muchacho sería un «buen partido». Ambos, defendieron su unión con la única arma que nos deja un corazón enamorado: el amor.
La pareja estuvo marcada por un detalle muy particular: la distancia. Durante el noviazgo los separó la carrera de abogado en La Habana; y a los tres meses de matrimonio la lucha por la independencia.
En medio de la distancia las contantes cartas les mantienen unidos. Su epistolario describe casi todos los instantes de la relación: la pasión, la tristeza, los planes mutuos y el futuro a veces incierto.
A pesar de todos los infortunios Ignacio Agramonte mantiene confianza en el triunfo.
…Ni un momento he dudado jamás que nuestra separación terminará, y volverá nuestra suprema felicidad con la completa libertad de Cuba.., escribe el 19 de noviembre de 1872 en su última carta conocida.
Ignacio Agramonte le profesó eterno amor a su esposa Amalia Simoni a través de cartas: …. «Te aseguro que vacilaría si alguna vez encontrara tu felicidad y mi deber frente a frente; creo que ya te lo dije en otra ocasión. Ojalá nunca se encuentren»…