Escrito por: Diana Iglesias Aguilar
Me queda la sensación de que hice lo correcto, pero me costó desprenderme de cerca de medio centenar de libros, aunque en casa quedan varios cientos esperando…volver a leerlos no importa si entre mis manos u otras ajenas.
Durante las fuertes lluvias de junio último varios poblados de la provincia Granma sufrieron inundaciones, con un saldo negativo para sus habitantes que perdieron cuantiosos recursos familiares, personales e incluso cosechas y sembrados. También fue duro el golpe a las instituciones, en Jiguaní especialmente el agua del río de oro arrasó con los libros y las puertas de la Biblioteca municipal Calixto García, llevándose numerosos ejemplares y dejando muchos otros en situación de irrecuperables, revueltos en un lodazal que superaba una cuarta desde el suelo. Un triste panorama que de solo imaginarlo angustia. Además del daño al inmueble ya para entonces deteriorado.
Las muchachas que allí laboran hicieron con agilidad lo que corresponde: salvar cada libro posible y ponerlo a buen resguardo en la Casa de Cultura dónde les hicieron temporalmente un espacio. Sin embargo el cálculo por pérdidas es del ochenta por ciento de los libros que antes poblaron los anaqueles de la institución. Con tristeza me dicen que se perdieron ejemplares muy valiosos y otros quedaron dañados, cómo las enciclopedias que pujan con erguirse aún entre tanto caos.
Hacia el local de la Casa de Cultura jiguanicera fluye casi a diario un personal que viene de todos lados sin distinguir edades ni sexos. Son los donantes voluntarios de esa sangre que son los libros. Hoy me correspondió viajar desde Bayamo con la mochila llena.
Llevo más que libros, tesoros. Si otros lo hacen por qué no imitar este gesto. Me duele desprenderme de mis libros. Algunos están dedicados por los autores o amigos y tienen un significado muy especial para mí.
Las novelas de Evelio Traba, editadas primero en España y luego en Cuba, solo Dios sabe que dar estos ejemplares es sinónimo de amor auténtico, porque muchas personas han querido estos libros y ni en calidad de préstamos los daba.
Autores como Onelio Jorge y los narradores cubanos del siglo XX, Ludin Fonseca, Mario Cobas, Francisco Murtra con el primer libro editado en Bayamo, el libro sobre mujeres de mi colega América Ana, la que acompañé hace diez años en el bregar desde la aprobación del proyecto, las presentaciones y festejar el júbilo de una segunda edición.
Así van saliendo de la mochila los poemas de amor de Nicolás Guillén, las elegías elegidas, mi libro de poetas latinoamericanos, escudo protector de mis ansias de adolescente. Varios textos sobre Martí, lo que considero más valioso de mis posesiones, uno de ellos fue el premio en el primer concurso literario convocado por la Biblioteca provincial 1868 de Bayamo…y ahí lo entrego…regateando la salida de una lágrima al darlo, a las muchachas que asombradas porque consideran de mucho valor los ejemplares, más que alegres, se muestran comprensivas.
Historia, literatura cubana, científico – técnica, martianos, poesía, literatura para niños y jóvenes, en esos acápites se resume la donación. Por fortuna no soy la única, hay pilas de libros por clasificar que fueron donados en estos días y hay anuncios de otras entregas.
Me acompaña el escritor Héctor Luis Leyva, hace fotos, no demora en publicar en facebook lo que considera es publicable, menciona mis pasiones-profesiones pero se olvida decir que leo, que escribo compulsivamente y se olvida decir que nací allí, por accidente o casualidad y aunque soy bayamesa, los hilos invisibles de la vida me sostienen conectada a esa tierra que hoy necesita mucho, sobretodo de libros contra el dolor, el hastío, las inclemencias.