Tomado de: De Manzanillo (Boletín Cultural) No.22
El 19 mayo de 1895, soldados y oficiales del Segundo Cuerpo del Ejército Libertador procedentes básicamente de Niquero, Pilón, Media Luna, Campechuela, Manzanillo, Yara, Bayamo y Jiguaní, después de escuchar; quizás, el discurso más divino de la historia de Cuba, ven caer un hombre y alzarse como faro redentor un símbolo. Así, en cuestión de instantes, Verbo, Fuego, Sol, Luz, Muerte, Patria, Redención y Vida, pasarían a formar parte singularísima de la memoria de los mambises que acompañaron a Martí hasta el Gólgota cubano; de esa sui géneris percepción nació una visión propia de ver, entender y dar a los suyos un José Martí; quien, no llegó por sí mismo a Manzanillo, pero sí en el recuerdo incandescente de los hombres que lo vieron una sola vez; pues la muerte -poética de misticismo trascendente-, les daría materia prima suficiente para una recepción legítima, apoteósica también.
El 21 de diciembre de 1898 el Ayuntamiento manzanillero rebautiza la Plaza principal y las cuatro arterias que la circunvalan, pasando la calle Real a llamarse José Martí. En 1925, un busto con la faz del Apóstol se emplaza en la esquina Sur de dicho parque; deviniendo el sitio lugar de peregrinación para el homenaje y el recuerdo.
Bajo la alcaldía del borinqueño Modesto Tirado Avilés, en 1901, de las finanzas municipales se dedicaba una subvención para asistir a dos venerables cubanas: la viuda de Maceo, la madre de Martí. Cuando en 1913 Julio César Gandarilla compila varios artículos y los publica bajo el título Contra el yanqui, por sus páginas galopa un solo jinete ideológico: Martí; tres años después, Juan Francisco Sariol, a quien podemos llamar con sobrada justicia “Juan el Martiano”, distingue su mejor colección editorial con el nombre de «Biblioteca Martí»; eso sin contar que de los casi 200 títulos publicados en la ciudad entre 1912 y 1957 vinculados con el Cubano Mayor, 157 pueden leerse en los folios de Orto; mientras 176 salieron de la tipografía El Arte, entre ellos, la traducción martiana de la novela Ramona, única realizada en tiempos republicanos.
Sin embargo, nada impulsaría el conocimiento y la recepción martiana entre los manzanilleros como la «Nochebuena Martiniana», tributo inspirado en la Nochebuena Cristiana; pues, según su creador (Sariol), del mismo modo que los hombres veneran a Jesús, el Redentor, los cubanos debían honrar al suyo: José Martí. Este homenaje tuvo varios nombres: «Nochebuena Martiana», «Cena Martiana» hasta el actual «Vigilia Martiana», celebrándose incluso en otras latitudes y resistiendo el impacto de desviaciones conceptuales, vaivenes ideológicos y prohibiciones ministeriales.
Nombrar es venerar; por ello, los manzanilleros bautizan dos planteles escolares con la gracia del Maestro. El primero nace en 1920; mientras la Escuela del Hogar José Martí comienza a laborar “como centro de cultura femenina” el 28 de enero de 1945. Por su parte, el cine Martí, única instalación que aún conserva su gracia original, daba tandas en 1923 para las féminas los martes y viernes a un precio de 10 centavos. Los manzanilleros amadores de Martí saben que este resulta tan definitorio para el cuerpo social citadino como lo es el alimento para la condición física; por tanto, no lo olvidan. Crean en 2007 el Centro Cultural José Martí; realizan exposiciones e imparten conferencias en fechas significativas y, cada 27 de enero -a pesar de los pesares-, lo hacen renacer en el corazón de niños, jóvenes y seres de buena voluntad; pues él es, como el Cristo, manjar de todos los hombres.