Escrito por: Diana Iglesias Aguilar
El espacio Las Mujerísimas, del Comité de Género de la Uneac, auspiciado por el Centro Provincial del Libro en Granma tuvo otra edición en la 31 edición de la Feria Internacional del Libro, capítulo granmense, en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Bayamo., en el que participaron la poetisa Juventina Soler Palomino, Presidenta de la Asociación de Escritores de la Uneac, Lucía Muñoz Maceo poetisa a la que se dedica la feria en la provincia, las escritoras Yudith Izaguirre y Marianela Labrada y una servidora.
Acerca del discurso poético femenino en Granma, más allá del espacio cotidiano, se habló en la tarde, con la presencia de Rosa María Rodríguez, Directora del Centro Provincial de Patrimonio, intelectuales granmenses y estudiantes universitarios y la participación de las actrices Nara Virelles y Yamisleydis Reyes que regalaron momentos de declamación de los poemas de Lucía.
Las ponentes concuerdan en las dificultades de las mujeres poetas para hacer su obra en medio de un constructo social que camina a la emancipación femenina más raigal, y que paradójicamente tiene como prevalencia el machismo en ese entramado intimo de la familia pero también en la institucionalidad.
De sus experiencias como concursante anónima habla Marianela, ante la diatriba de un jurado que duda al entregar un premio por no saber distinguir si es hombre o mujer el o la concursante, y aun más duro la negativa a otorgar un reconocimiento a Juventina por abordar problemas que corresponden a los ¨masculinos¨ en sus obras.
En lo personal, he escuchado varias veces decir al historiador Delio Gabriel Orozco que Carlitos Céspedes y Céspedes, el primogénito de Carlos Manuel, había contado a un periodista y este luego lo publica en un periódico caribeño, que estando junto a sus suegros en el ingenio Las Mangas, porque se casa con Elisa Figueredo, una de las hijas de Perucho e Isabel Vázquez, muy cerca de Bayamo en las vísperas de la Revolución, Perucho teje la música de un himno que Isabel ayuda a componer, que resultará La bayamesa pero que este firmará solo en aquella hoja que dará a guardar a una camagüeyana, y luego pasará a la historia como el autor del Himno Nacional cubano.
Quizá este hecho es la génesis de la poesía hecha por mujeres en Cuba, marcado por la sociedad patriarcal y machista, negando desde el principio el papel de la mujer en la literatura, y en los ámbitos público y social. La mujer relegada a lo doméstico, a lo íntimo, participando si, de manera anónima, en un tercer plano.
Porque no hay que negar que aunque de pensamientos adelantados en cuanto a la política y el desarrollo económico, la igualdad del ser humano en cuanto a la esclavitud de los negros, en pleno siglo XIX la mujer aun carecía de derechos civiles. Así desde sus orígenes, en el discurso poético cubano, la mujer estado ausente, consciente o inconscientemente ha sido omitida.
En la primera jornada de la Feria del Libro, escuchamos una conferencia del profesor Virgilio López Lemus que repasa dos siglos y medio de poesía, desde Espejo de Paciencia hasta los finales del siglo XX y los inicios del XXI. Menciona si tres mujeres en etapas diferentes entre medio centenar de poetas masculinos: Gertrudis Gómez, solo el tema del exilio, Dulce María Loynaz y Luisa Pérez de Zambrana (cobrera por cierto, oriental, reconocida por el apellido que adquiere al casarse con el crítico literario y promotor cultural Ramón de Zambrana).
Al llegar a la etapa de ese grupo medular llamado Orígenes, me llama la atención como no se menciona a Fina García Marruz, cuando la Feria tiene entre sus dedicatorias el centenario de esta intelectual y poetisa cardinal para la literatura y la cultura cubana, ni a Cleva, otra de las origenistas. Es solo un ejemplo, quizás inconsciente pero la visibilidad de tres mujeres es como la `punta del iceberg. La sociedad como ese océano que ahoga y disimula el papel femenino, que o relega.
¿Cuántas mujeres pagaron con silencio sus pasiones literarias? Lleguemos a Granma porque tampoco fue mencionada ninguna del Oriente en la disertación.
¿Donde quedaron Úrsula Céspedes, María Luisa Milanés, la propia Lucía en esa historia de la poesía y la nación, quizá es un atrevimiento, una osadía de mi parte, pero es mi opinión?
Úrsula Céspedes Orellano compone sus primeros versos y para publicar recibe apoyo de su pariente Carlos Manuel de Céspedes, quién incluso le escoge su primer seudónimo: La Calandria, también emplea La Serrana y Carlos Enrique Alba. Y aunque se estila el uso de seudónimos, fueron las mujeres que se atrevieron a escribir y a publicar, las más impelidas de usarlos.
«Ecos de la Selva» se llama el cuaderno poético de Úrsula, con prólogo de Carlos Manuel de Céspedes en el que dice: «Por eso sus versos a pesar de los defectos que adolecen, arrebatan y seducen; ella pinta lo que siente; pero lo hace con tanta verdad de colorido, que su sentimiento se transmite como el fluido magnético al corazón de los que oyen sus acentos inspirados». Después de la valoración del Padre de la Patria, poeta también y músico, hay poco qué decir.
A Liana de Lux (seudónimo de María Luisa Milanés) se la considera autora del primer manifiesto feminista conocido en Cuba, su “Autobiografía”, reveladora de fuertes consideraciones sobre la situación de las mujeres. En la poesía de Liana se plasman temas como la muerte, el desamor, el dolor reflejo de la opresión al género femenino que le tocó vivir en las primeras dos décadas del siglo XX. Ahí está su poesía, contando una historia.
Casi todos los poetas piensan que poetas son los otros, dijo Fina ¨ sino aun los más humildes, la hermana que cose en la habitación de al lado, la bocanada fresca que entra cada mañana cuando abrimos la puerta, el canario en el balcón¨ y ese ha sido el precepto de la poesía toda y en especial la femenina, el descubrir en la cotidianidad de la naturaleza, del hogar, de la vida, los sustratos de la inspiración poética.
Llegando a Lucía, la homenajeada hoy, se descubre en su vastísima obra una poesía íntima, cotidiana, comprometida si, con la mujer pero más con sentido de clase, obrera por cierto. Lucia canta a las manos, a la madre, a los hijos y la incertidumbre del crecer, con imágenes avasalladoras, despertando emociones.
En ella hablan la costurera, la maestra, la mujer de casa que es yunta de un esposo, no costilla, que tiran parejo en la construcción de una familia. También llega lo erótico, sin disimulos, lo tierno, sin tapujos, se desgarra y abre el pecho.
¿Cómo ocultar lo evidente, lo humano? Lo que nos hace vulnerable.
No voy a leer poemas, solo mencionar los títulos y ustedes los ubican en cada uno de los acápites tocados por Lucía con sentimientos pero con la absoluta conciencia de que la poesía conmueve, cambia, es también espada y manto.
Invito a ir por ellos.