Escrito por: Diana Iglesias Aguilar
Y no solo Jiguaní es un bafle, ese bafle lamentablemente se ha extiende en el tiempo y hasta lugares insospechados por toda la provincia Granma, aplastando la música (esencia de la cultura) minando el pensamiento de decisores, funcionarios de padres, educadores, niños, adolescentes y jóvenes, de la sociedad toda que se va ensordeciendo y embruteciendo con los altos decibeles del (anti)ritmo y la ausencia de esencias en las «letras»
Y tomo la sugerencia del Viceministro de Cultura Fernando Rojas en la Asamblea de balance de la Uneac en Granma, de tomar la frase (lapidaria)para nombrar este escrito, dicha por el escritor y promotor de la Cultura y el arte cubano Héctor Luis Leyva Cedeño para catalogar lo que está sucediendo en su terruño natal, Jiguaní, un pueblo emisor de grandes artistas músicos, escritores, teatristas, que vivió hace apenas tres semanas la lamentable y desesperanzadora experiencia de ver la plaza «19 de diciembre» cercada y aturdida con un bafle emisor del anti ritmo innombrable.
Y no es que me erija como enemiga acérrima de una variante sonora, y mucho menos invite a hacerlo a quienes leen o escuchan lo que digo, pero si invito a pensar porque vamos siendo minados por la seudocultura de la banalidad, la procacidad, la vulgaridad mientras los discursos a nivel institucional van hacia implementar el proyecto de descolonización cultural, el programa de la no violencia y respeto hacia las mujeres y la comunidad lgbtq+, la educación y formación integral de las nuevas generaciones que pasa no solo por la responsabilidad de los hogares y las escuelas, incluso a hacer cumplir algo tan conocido como las regulaciones del Ministerio de Cultura para el consumo musical que sirve para toda la sociedad, empresas, locales, instituciones y sus funcionarios.
Lo cierto es que la realidad va en otro sentido denotando una gran e insalvable incoherencia entre lo que se piensa, se quiere, se dice y se hace.
Sembrar conciencia no se hace en un discurso, por emotivo y hermoso que quede, tampoco educar se logra con el mejor de los métodos. La moral, la educación, se inoculan, se van moldeando sobretodo con buenas prácticas, con ejemplos positivos más que con la verbalización de objetivos.
La amenaza del bafle, porque ya pasa de castaño oscuro, de simple ambiente sonoro, se acompaña de prácticas y costumbres que armonizan con la escasez de ideas, con ausencia de principios, incluso con un ambiente que predispone consumo de sustancias adictivas (la ley de la atracción, de la serie), de sexo sin sentimientos ni responsabilidad ni afectos, inducidos, motivados, casi catapultados por el lenguaje de los temas y sus mensajes bien simples y expuestos con total desvergüenza.
De esto último me sirve de sostén una investigación reciente realizada por dos estudiosos de la sociedad y la relación música – conducta. El estudio minucioso de la repercusión de las «letras» de «canciones» en la actitud de adolescentes y jóvenes, arrojó en Granma interesantes resultados que sirven para el trabajo de campo que realizan cara a cara en la prevencion de Its/Vih/sida y la educación de la sexualidad en adolescentes y jóvenes.
Entre los análisis, canciones que narran las vidas íntimas sin nada de lirismo, que instan al uso más que el goce del cuerpo en el plano erótico y ponen de paradigmas a » papis ricos poderosos» que elegirán a la » mami rica suertuda» por la poca ropa y los movimientos pélvicos.
Lo que permite una construcción errónea de los roles y destinos entre los adolescentes, simplifica el pensamiento respeto a las relaciones de pareja dejando estás en el plano instintivo, irracional e influyendo negativamente en muchos otros aspectos, incluso en el rendimiento escolar, gustos, prácticas culturales, (de) formación de actitudes, entre otros aspectos formativos también dignos de tener en cuenta.
Recuerdo ahora una ironía de la vida, hace veinte años cuando era muy difícil hablar de postergar las relaciones sexuales entre los adolescentes y jóvenes en los medios de comunicación y las instituciones educativas de la enseñanza preuniversitaria y mucho menos hablar del preservativo.
Lo viví y sufrí en carne propia como promotora de salud y derechos sexuales. La doble moral institucional no permitía estos tópicos, sin embargo el embarazo entre adolescentes, la deserción y abandono escolar por gestaciones ocultas y partos prematuros eran (son) aún problemáticas a trabajar con fuerza. Se suman la violencia hacia las mujeres y la cosificación de la figura femenina en audiovisuales y » letras de canciones» si es que merecen ese nombre.
En resumen, como diría un erudito: tiene que ver la parte terminal del tubo digestivo humano con la llovizna. Si quiere una juventud que piense y esté descolonizada culturalmente, ofrézcale productos culturales coherentes con ese propósito. Luego queremos cosechar mariposas dónde solo sembramos cardos.